Hay historias que no se escriben con títulos universitarios ni diplomas colgados en la pared. Mi historia es una de ellas. Mi máximo grado de estudios fue la secundaria, pero eso no impidió que me convirtiera en un vendedor profesional, empresario y líder en mi empresa y conferencista internacional. No lo logré porque el camino fuera fácil; lo logré porque el entorno en el que crecí no era el que yo quería repetir.
Nacer y crecer en un entorno con limitaciones económicas, sociales o emocionales puede convertirse en una excusa o en una razón poderosa para cambiar tu destino. Yo elegí lo segundo. Decidí que no quería repetir la historia que me rodeaba y que merecía escribir la mía propia. No tener estudios superiores no fue un obstáculo, fue una oportunidad para demostrar que la educación formal no es la única forma de aprender.
Aprendí en la calle, observando, escuchando y, sobre todo, preguntando. Las preguntas son herramientas poderosas. Muchas veces, quienes tienen títulos se olvidan de hacerlas, creyendo que ya lo saben todo. Yo me convertí en un experto en preguntar:
- ¿Cómo puedo hacerlo mejor?
- ¿Qué me falta por aprender?
- ¿A quién puedo observar para aprender?
- Qué debo preguntar para aprender: ¿Qué, Quién, Cómo, Cuándo; Dónde y Porqué?
Al inicio a mis 16 años, fui un vendedor aficionado. Vendía por necesidad y creía que vender era solo hablar y convencer. Pero con el tiempo, descubrí que los grandes vendedores no venden, diagnostican. Entendí que, antes de «recetar», debía entender las necesidades del cliente. Este cambio de mentalidad fue un antes y un después en mi carrera.
Ser profesional en ventas no se trata de hablar bien, se trata de escuchar mejor. Aprendí a no imponer mis soluciones, sino a descubrir lo que el cliente realmente necesita. Esta lección me llevó a ser reconocido como el mejor vendedor del mundo en mi empresa por dos años consecutivos.
El mundo de las ventas se convirtió en mi universidad. Cada cliente fue un profesor. Cada fracaso, una lección. No había aula, pero sí aprendizaje constante. No había título, pero sí logros que hablaron por mí.
Hoy, con 74 años y 58 años de experiencia en ventas, puedo decir con orgullo que los conocimientos que más valen en la vida no siempre vienen de un libro de texto. Vienen de la práctica, de los errores (y muchos) y de la persistencia.
De Vendedor a Formador de Vendedores .
El camino me llevó a algo más grande: formar a otros. Me di cuenta de que podía ayudar a otros a salir adelante, como yo lo hice. Ahora, comparto mi historia en conferencias y talleres por toda Latinoamérica. No hablo de técnicas de ventas, hablo de actitudes y mentalidad. Enseño a los vendedores y emprendedores a creer en ellos mismos, a no dejarse definir por su pasado y, sobre todo, a no aceptar el famoso «Siempre lo he hecho así» como una excusa para no cambiar.
Mi Mensaje Para Ti: Si estás leyendo esto y crees que tu falta de estudios te limita, déjame decirte algo: lo que te limita no es la escuela que no tuviste, sino la creencia de que la necesitas para triunfar.
El mundo está lleno de personas con títulos que no saben vender ni influir en otros. La diferencia la marcan la actitud, la persistencia y la humildad para seguir aprendiendo. Yo no tuve un título, pero tengo algo mejor: la certeza de que puedo cambiar mi destino.
Y tú, ¿qué estás esperando para cambiar el tuyo? No dejes que tu entorno te defina. Usa tu historia como impulso, no como excusa. La única persona que puede cambiar tu vida eres tú.
Mi mensaje es claro: nunca subestimen el poder de la perseverancia y la pasión. No importa cuál sea su nivel educativo o las circunstancias en las que se encuentren; lo que realmente cuenta es su disposición para aprender y crecer. Si yo pude hacerlo, ustedes también pueden.
Si esta historia te resonó, compártela. Quizá alguien más necesite escucharla para recordar que su origen no define su destino.
