Napoleón Tenía Razón: La Responsabilidad vence a la Burocracia.

Napoleón Bonaparte no solo fue un estratega militar brillante, sino que también entendió algo fundamental sobre la gestión y el liderazgo: «Si quieres que algo sea hecho, nombra un responsable. Si quieres que algo se demore eternamente, nombra una comisión».

Pensemos por un momento en cuántas veces hemos visto proyectos estancados porque dependen de una interminable serie de reuniones, aprobaciones y opiniones de diferentes comités. La intención puede ser buena: buscar consenso, incluir diversas perspectivas y evitar errores. Sin embargo, en muchos casos, esto se traduce en retrasos, falta de acción y, lo peor, la desaparición del sentido de responsabilidad individual.

En muchas empresas, la toma de decisiones pasa por tantas manos que al final nadie se siente verdaderamente responsable. Si algo falla, siempre hay alguien a quien culpar. En cambio, cuando se designa a una persona con plena autoridad sobre una tarea, los resultados suelen ser más rápidos y efectivos.

Muchos líderes tienen miedo de delegar poder de decisión a individuos porque creen que una estructura jerárquica compleja garantiza mejores resultados. Pero la realidad demuestra que las organizaciones más ágiles y exitosas son aquellas que confían en la responsabilidad personal y la ejecución rápida.

En ventas y servicio al cliente, esto es crucial. Un vendedor que debe consultar con tres jefes antes de ofrecer una solución pierde la venta. Un empleado de servicio al cliente que tiene que pedir autorizaciones para resolver un problema genera frustración en el cliente. Las empresas que empoderan a sus empleados para tomar decisiones inmediatas y resolver situaciones son las que logran fidelizar clientes y destacar en el mercado.

Si diriges un equipo o una empresa, pregúntate: ¿Tus procesos facilitan la acción o la entorpecen? ¿Tus empleados tienen el poder de actuar o están atrapados en una red de aprobaciones interminables?

Nombrar a un responsable claro para cada tarea no significa actuar sin estrategia o sin supervisión, sino garantizar que haya alguien con la capacidad y la autoridad para ejecutar. La historia nos ha demostrado que las grandes victorias no las logran los comités, sino los individuos comprometidos con la acción.

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