La rutina es un arma de doble filo. Aunque aporta estructura y seguridad, en la mayoría de las empresas de México y América Latina he visto cómo, sin un propósito claro, se convierte en el enemigo de la creatividad y la productividad. La repetición de tareas sin innovación o cuestionamiento lleva a muchos a entrar en un “piloto automático” que, en lugar de optimizar, frena el potencial del equipo y de la empresa.
¿Por qué sucede esto? Porque es fácil dejarse llevar por lo conocido. A nivel individual, las rutinas dan la sensación de confort. A nivel organizacional, mantienen a flote la operación diaria. Sin embargo, cuando se vuelve excesiva, la rutina se convierte en complacencia. Y de la complacencia a la baja productividad hay solo un paso.
En las empresas que se destacan por su crecimiento y éxito, noto algo en común: buscan romper la rutina. Su personal está comprometido en cuestionar el “¿por qué hacemos esto de esta manera?” y no tienen miedo de cambiar lo que no suma valor. Esto requiere algo clave: líderes que inspiren y guíen con el ejemplo, que entiendan que salir de la zona de confort es esencial para crecer.
¿Qué puede hacer la empresa para evitar caer en esta trampa de la rutina?
Fomentar la proactividad: Invitar a los empleados a proponer nuevas ideas y mejoras.
Rotar responsabilidades: Dar oportunidad a que las personas asuman diferentes tareas, fortaleciendo su aprendizaje y motivación.
Formación continua: No basta con la capacitación; se necesita formación en actitudes y valores que promuevan la innovación y el cambio.
Establecer metas dinámicas: Que vayan más allá de cumplir un horario o seguir una lista de tareas; objetivos que inspiren y reten.
Si queremos ver empresas productivas en nuestra región, es crucial que cada uno – desde directivos hasta operativos – esté dispuesto a romper con las prácticas obsoletas y abrir espacio a lo nuevo. Recordemos: la rutina, si no se maneja bien, puede ser el principio de la baja productividad, pero la innovación constante es la clave del crecimiento.