Esta frase, tan sencilla como poderosa, encierra una realidad que muchos prefieren ignorar. En un mundo donde el éxito parece medirse en cantidad de seguidores o en lo rápido que podemos avanzar en nuestras carreras, la tentación de decir a los demás solo lo que quieren escuchar es alta. Pero, ¿a qué precio?
Cuando le dices a alguien la verdad, puedes arriesgarte a ser impopular en el corto plazo, pero estás abriendo la puerta a un cambio genuino. Al decirle la verdad a un colega, a un cliente o a un subordinado, te colocas en una posición difícil, pero honesta, que puede realmente beneficiar a esa persona. La verdad puede ser incómoda, incluso dolorosa, pero si quieres ayudar a otros a crecer, a mejorar, y a evitar errores, no hay mayor servicio que ofrecerles tu honestidad.
En ventas, por ejemplo, decirle a un cliente que un producto o servicio no es lo que necesita o no resolverá su problema de raíz, puede sonar contrario a los intereses inmediatos. Sin embargo, a la larga, este tipo de transparencia construye una confianza que resulta invaluable y genera relaciones duraderas. El cliente aprende a valorarte porque sabe que no solo buscas la venta, sino también su beneficio.
La otra cara de la moneda es decir lo que la gente quiere oír, una estrategia tentadora para ganar la simpatía o evitar conflictos. Esto puede ser efectivo para lograr un ascenso rápido, ganar la simpatía de un cliente o evitar un problema en el corto plazo. Pero, al final, es un camino que beneficia solo a quien lo recorre, y usualmente de forma temporal.
Este enfoque crea un vacío en las relaciones profesionales y personales. Las personas, al final, pueden darse cuenta de que lo que escucharon no era más que una respuesta cómoda para no incomodar o quedar bien. Esto puede perjudicar seriamente tu reputación a largo plazo y limitar tu impacto y tu credibilidad.
En mi experiencia en ventas y formación de equipos, la autenticidad y la honestidad son la base de las relaciones profesionales verdaderas. La confianza es difícil de construir y fácil de perder, y la única manera de cultivarla es siendo fieles a nuestros valores y comprometiéndonos a ayudar a los demás en su crecimiento y mejora, no solo a obtener resultados rápidos.
La próxima vez que te enfrentes a la decisión de decir la verdad o simplemente lo que alguien quiere oír, piensa en tu objetivo a largo plazo. ¿Quieres una relación superficial que se desvanezca a la primera dificultad? ¿O prefieres construir algo real y duradero?
Recuerda: si de verdad quieres ayudar, tienes que estar dispuesto a incomodar. La verdad, a veces, es el regalo más valioso que puedes darle a alguien.